domingo, 24 de agosto de 2014

SI NO QUEREMOS AFRONTAR LA TEMPESTAD HAY QUE QUEDARSE EN NUESTRAS CASAS


El magnicidio terrorista de New York. Logro que la sociedad occidental perdiera el norte, quizás con razón no lo puedo criticar, pero hicimos mal en actuar con desespero, rabia, precipitación y sobre todo miedo. Estoy seguro que esto era precisamente lo que pretendían los terroristas integristas que lo llevaron a cabo, así que visto desde la perspectiva del tiempo transcurrido, ganaron la batalla estratégica y nos han derrotado por completo en los trece años de desconcierto posteriores.

Hace ya varios blogs que comento que la civilización occidental, la mía, la de muchos de ustedes mis lectores, se derrumba irremediablemente, y parece que nadie con el poder suficiente para rectificar lo vea, y así cada vez más el descontrol, el desconcierto, la desconfianza, la desesperación, la desilusión colectiva de la sociedad, se va adueñando de nuestros actos y de nuestro futuro. Díganme ¿Quién está contento y seguro hoy en día? Nadie.

Repito que es mi opinión, pero desde aquel 11 de septiembre de 2001 la sociedad occidental se desvió de su dirección, y empezó a perder su posición de supremacía general en todos los aspectos de la vida, perdió su calidad de vida, se atemorizo tanto, que hoy hasta moverse ya no parece ser un acto de libre decisión, si no de riesgo, solo hace falta ir a viajar en avión, para darse cuenta del obsesivo miedo de hacer algo que hasta entonces era un disfrute total.

Sin análisis ni reflexión del por qué y para que había ocurrido aquello, los EEUU se lanzaron a una guerra contra fantasmas y contra pueblos, a los que es imposible y absurdo vencer, porque ni son enemigos de importancia, ni era necesario perder más vidas y esfuerzos en base a solucionar un hecho que ya había ocurrido, y que lo que había que combatir era su propósito, no sus efectos inmediatos. Los EEUU y occidente perdimos el rumbo en todo, no es casualidad que la economía se haya derrumbado estrepitosamente, no es casualidad que miles de jóvenes americanos, ingleses, franceses, españoles, australianos, alemanes, italianos y mas, hayan muerto en acciones (perdónenme ustedes) inútiles y guiadas por el afán de venganza.

El miedo y la sensación de no querer nadie, afrontar la recuperación de la libertad de vida de nuestra civilización, hace que todo sea inseguridad, freno, temor, y excesiva prevención ¿para evitar que? Otro atentado, esto no se evitara así temiendo cada vez más que suceda algo, estamos manteniendo la semilla viva de que ocurra, y dicho mas crudamente solo el hecho de vivir así como ahora vivimos, ya es al acto terrorista más duro que la civilización occidental ha vivido jamás.

Guerras cruentas interminables, ineficaces y que nos arruinan, expansión sin límites del mundo que hasta aquella fecha dependía de nuestra grandeza económica y social, hasta tal punto, que nuestro temor ha dejado que el poder y la influencia económica haya girado 180 grados, y ahora seamos nosotros los que estamos pendientes de su benevolencia para sobrevivir, en la más estricta de las penurias, promedios de desempleados en europa del orden del 12% y subiendo, desunión total de las instituciones gubernamentales da la UE y de los EEUU, con lo que el colapso de las sociedades es evidente, no hay objetivos comunes y yo diría que incluso hay miedo a luchar para reconquistar lo perdido.

Y es precisamente esto lo que habría que hacer cómo no le sé pero entre tanto nuestros líderes lo averiguan habría que abandonar todas las guerras fuera de nuestro mundo (fíjense que no digo terminar si no abandonar) irnos de inmediato, y dejar que esas civilizaciones creencias  sociedades y religiones se las compongan como puedan por si mismos.

Una retirada a tiempo es una victoria reza una frase de Napoleón Bonaparte. Replegarnos en nuestro mundo y nuestra civilización y evitar con todas nuestras fuerzas, que ningún  elemento externo ya sea de fuerza, especulación, o acción, aunque se disfrace de humanitaria, siga introduciéndose en nuestras entrañas minándolas y destruyéndolas poco a poco, no hay en este mundo global, nada que no se haga sin un fin, y si no aprendemos esta lección no sobreviviremos.

Esto no significa frenar el desarrollo, la economía internacional, las relaciones diplomáticas etc. ni mucho menos será que no nos queda mundo donde movernos. Simplemente digo que hay que adoptar aquella medida tan sabia de “Cada uno en su casa y dios en la de todos”. Pero terminar con lo que ocurre ahora, que todos están en nuestra casa y nosotros ya casi no cabemos, porque no se equivoquen ustedes, no se les ocurra ir a las casa de nuestros huéspedes, serán rechazados totalmente. Si no me creen viajen o hablen con gente que haya estado, pero no de turismo, por trabajo o estudios y hayan intentado convivir en igualdad como les hemos dejado hacer aquí, les dirán que les fue imposible.

Para volver a nuestra vida natural, a nuestra tranquilidad a nuestro bien estar. Y lo más importante a nuestra cultura, hay que salir de la tormenta perfecta en la que nuestra nave se ha metido, y para ello hay que recogerse para  buscar refugio en nuestros puertos, y reparar los boquetes y desperfectos de nuestras naves. Solo así podremos luego salir a navegar otra vez a mar abierto. Porque no lo duden si dejamos de intervenir donde no nos quieren pero no dejamos que nos culpen de sus males terminaran con ellos porque no sacaran provecho alguno cosa que ahora si lo obtienen, esto o como escribía hace unos días hacer todo lo contrario. Pero no podemos seguir quedándonos a medio camino de todo.

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