El miércoles, 200 integrantes de la comunidad catalana en Nueva York se
despidieron entonando Els Segadors en el edificio aledaño al
que había acogido la conferencia-coloquio de Artur Mas. Fue el
broche a la recepción post-conferencia del president llevada a
cabo en el Buell Hall de la Universidad de Columbia -originariamente
un asilo para enfermos mentales.
Solo el tiempo dirá si el viaje relámpago de dos días que ha hecho a Nueva
York el presidente de la Generalitat ha servido para tener que reducir
las explicaciones sobre Catalunya, su historia, su identidad y el proceso
soberanista que vive. Y aunque Mas se fue declarándose «razonablemente
satisfecho», la «máxima discreción» que le han pedido los
inversores y entidades con los que se ha reunido y el predominio de catalanes y
españoles entre el público de Columbia dejan en el aire interrogantes sobre
cuánto ha calado su mensaje. Es como si la máxima que durante muchos años
presidió la política en el ejercito de los EEUU sobre las cuestiones íntimas de
los soldados (don't ask, don't tell, no preguntes, no expliques) se
hubiera extendido al procés.
Ni un medio estadounidense se había acreditado en la universidad para
cubrir la conferencia, aunque en la sala se pudo ver a una periodista de Bloomberg que
ha entrevistado en este viaje a Mas. El president también
grabó una entrevista con la emisora local de la radio pública que se emitirá el
lunes. Y Forbes le despidió con un artículo titulado Catalunya
y los costes de la independencia que era recordatorio de que, como
admitía Mas, «la causa catalana en el mundo no está ganada».
Mas intentó sumar adeptos estadounidenses a esa causa en su conferencia,
apelando al espíritu del «Sí se puede» de Barack Obama, a la lucha por los
derechos civiles y hasta al nacimiento de Estados Unidos como nación tras la
emancipación del Reino Unido pero cuando llegó el turno de preguntas solamente
un local se acercó al micrófono y ni siquiera hizo realmente una pregunta.
La otra extranjera que habló, canadiense hija de catalanes, solo intervino
para corregir al profesor Jesus Moyá, que había sido crítico con
Mas, para clarificarle cómo funciona la política lingüística en Quebec y en todo
Canadá.
Lo que dominó fue un debate que bien podría haberse producido al otro lado
del Atlántico, planteado por catalanes y españoles que no se mostraban
convencidos por Mas y lanzaron preguntas sobre corrupción, críticas a la
política lingüística y dudas sobre la incertidumbre de una secesión.
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