El rápido
descenso del euro frente al dólar se ha frenado últimamente. Esto podría
sorprender teniendo en cuenta las crecientes tensiones en torno a Grecia, que
están planteando dudas fundamentales sobre las perspectivas a largo plazo de la
moneda única. Lo más seguro es que el euro continúe descendiendo.
Varios factores sugieren que el euro
solo está experimentando algo similar a una consolidación, no escenificando un
repunte. El primer factor que hay que destacar es lo que el euro ha caído ya.
Tras situarse en torno a 1,13 dólares el lunes, la moneda ha bajado alrededor
de un 19% desde su pico de mayo de 2014 frente al dólar; y este año ya ha caído
un 6,5%. Se trata de movimientos considerables, por lo que parece razonable que
el mercado esté recuperando el pulso.
El segundo es que, hasta el momento,
ha habido pocas señales de contagio de Grecia. Mientras que la rentabilidad de
los bonos griegos se ha disparado, con rentabilidades para los bonos que vencen
en 2017 por encima del 20%, la rentabilidad a 10 años para Portugal, Italia y
España ha estado cayendo hasta la fecha. La Bolsa griega ha bajado más de un 7%
en lo que va de año, pero la situación es mejor en los demás grandes mercados
europeos.
El tercer factor es que los
indicadores económicos de la eurozona han estado dando motivos para la esperanza,
aunque los datos de EE.UU, han demostrado ser menos fiables. Los economistas
han mejorado sus previsiones de crecimiento de la eurozona, teniendo en cuenta
que un euro más bajo, el importante descenso de los precios del petróleo, la
mayor flexibilidad del Banco Central Europeo y las mejores perspectivas de
generación de crédito están actuando como acicate de la economía europea.
Pero los datos de empleo de EE. UU,
conocidos el viernes —según los cuales se crearon más de un millón de empleos
en solo tres meses— han vuelto a poner de manifiesto que existe una gran brecha
entre las economías de los Estados Unidos y de la eurozona. Esto ha impulsado
fuertemente la rentabilidad a dos años en EE.UU., ya que los tipos de interés
estadounidenses permanecen en su valor máximo en comparación con los tipos a
dos años alemanes desde 2007. Entretanto, la Reserva Federal de los Estados
Unidos y el BCE avanzan en direcciones opuestas.
Estos dos últimos factores apuntan
hacia un euro más débil. Si se produjera un efecto de contagio, podría ser
difícil de mantener la aparente calma de los mercados, con el primer ministro griego
Alexis Tsipras enfrentado al parecer al resto de la eurozona. Su discurso el
domingo prometiendo relajar las medidas de austeridad y rechazando una
extensión del rescate actual ha intensificado la necesidad de mantener
reuniones con funcionarios europeos esta semana.
Y aunque a la economía de la
eurozona le vaya algo mejor de lo previsto, es poco probable que sea el tipo de
recuperación que haría a los inversores reevaluar las perspectivas de
divergencia en la política monetaria. Existe una brecha demasiado grande entre
las economías de EE.UU., y de la eurozona.
Todos estos factores, considerados
en su conjunto, sugieren que el euro todavía podría bajar más. Debería digo yo
y al parecer también lo espera Barclays que
pronostica la paridad con el dólar estadounidense para el cuarto trimestre;
mientras que BNP Paribas la sitúa a principio de 2016. El viaje del euro puede
no estar exento de contratiempos, pero la dirección sigue estando clara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario