Basta con ir de compras a un supermercado para
saber con qué países se lleva bien el presidente de Rusia, Vladímir Putin,
quien acostumbra a castigar a sus enemigos con embargos alimentarios que han
convertido la cesta de la compra en una compleja macedonia geopolítica. "El
señor Tomate ha cambiado de nacionalidad. Una vez más", informó la prensa
rusa después de que el Kremlin ordenara prohibir la importación de verduras y
frutas turcas debido al derribo de un bombardero ruso en la frontera siria.
Es inútil consultar la agenda del Kremlin,
echar una ojeada al mapa de gasoductos de Gazprom, revisar la lista de
sanciones occidentales o la fecha de las próximas consultas para el arreglo de
conflicto en Siria o Ucrania. Una visita a la sección de frutería y verdura de
una tienda de ultramarinos o de una gran superficie comercial es más que
suficiente para analizar en detalle la coyuntura geopolítica internacional.
El embargo contra la Unión Europea ya había
cambiado radicalmente el panorama en las estanterías moscovitas de productos
frescos, pero la suspensión de las importaciones turcas ha complicado aún más
la elección y encarecido notablemente el coste de la cesta de la compra. Primero
le tocó el turno a los tomates, quesos, naranjas, pimientos, mandarinas,
pepinos, cebollas, melocotones o manzanas procedentes de España, Italia,
Francia, Polonia, Holanda o los países bálticos. De un día para otro, el
surtido en los supermercados rusos se redujo notablemente, lo que se notó con
especial virulencia en la sección de quesos, donde se desplomó tanto la
variedad como la calidad.
Haciendo honor a que la miseria agudiza el
ingenio, las redes sociales recurrieron a la ironía y los internautas incluso
compusieron canciones bélicas dedicadas a la expulsión del jamón español y del
parmesano italiano, los presuntos invasores indeseados. Turquía se había
beneficiado en gran medida durante año y medio del embargo a los productos
perecederos occidentales, pero pocos días después del decreto de Putin, sus
verduras y frutas también habían desaparecido ya de las tiendas. Poco importa
que la medida no debía entrar en vigor hasta el 1 de enero próximo, ya que los
tomates turcos han sido reemplazados por los azerbaiyanos, sus naranjas y
mandarinas por las marroquíes, y sus cebollas por las chinas.
Hace tiempo que países como China, Israel o
Serbia, con el que Rusia tiene estrechos lazos culturales, están haciendo el
agosto en el mercado ruso con el suministro de frutas, verduras y embutidos,
desconocidos hasta hace poco por estos lares. El hecho de que los pescados
frescos no hayan sido incluidos en las listas sancionadoras no ha impedido que
los proveedores rusos en un aparente gesto de patriotismo y de desmesurada
codicia hayan dejado de importar de la noche a la mañana la apreciada lubina turca.
Ahora la lubina ya no es turca, sino marroquí, lo que ha disparado
considerablemente el precio de ese pescado en los mercados de abastos hasta los
mil rublos el kilo (más de 13 euros), una fortuna para el ruso medio.
Según la prensa, el próximo damnificado por
esta política sancionadora podría ser Montenegro, que había incrementado
sensiblemente en los últimos tiempos sus exportaciones alimentarias al mercado
ruso. El reciente anuncio de que la OTAN le invita a ingresar en el seno de la
Alianza Atlántica ha sentado muy mal en Moscú, quien podría incluir en
cualquier momento a los balcánicos en su lista negra.
Con las honrosas excepciones quizás de
Argentina, Chile y Ecuador, los países latinoamericanos no se han beneficiado
de la situación, y por más que insista el Gobierno, los productores rusos
tampoco han logrado cubrir el hueco dejado por los países sancionados.
El principal perjudicado ha sido el consumidor
ruso, ya que estas luchas intestinas han provocado un dramático encarecimiento
de los productos básicos, fenómeno que se agudizará el próximo año tras el
embargo a Turquía, según pronosticó esta semana el propio Banco Central. Incluso
en las provincias rusas los tomates ya se acercan peligrosamente a los 200
rublos (2,5 euros) el kilo, un precio prohibitivo en este país.
La calidad también ha sufrido un duro revés, ya
que, según las organizaciones de defensa del consumidor, la falsificación
afecta a más de dos tercios de los alimentos procesados, en particular a los
quesos, que apenas llevan leche en su composición.
Por todo ello, las fiestas de Año Nuevo se
presentan duras para los rusos, cuyos ingresos reales han caído por vez primera
desde que Putin llegara al poder hace 16 años debido a la profunda recesión en
la que se encuentra sumida la economía rusa lastrada por las sanciones y la
caída de los precios del petróleo.
Parece increíble, pero es así y les aseguro que
desde hace muchísimos años saben mis lectores que cuando me refiero a Rusia o
al mundo exsoviético les cuento alguna anécdota de las que por mi profesión me
pude ver en mis viajes comerciales al universo comunista soviético ya entonces
me llamo la atención ver que todo el mundo hombres y mujeres siempre iban con
una bolsa (la mayoría de veces vacía) con la confianza un día me atreví a preguntar
el porqué de eso y la respuesta fue demoledora, iban siempre con una bolsa por
si pasando por un comercio de ultramarinos u algo parecido, veían que había genero
para comprar y no se lo pensaban en absoluto lo compraban, no fuese que ir a
buscar una bolsa supusiera que a la vuelta ya no hubiesen existencias.
Ante un país así es inútil cualquier medida de presión
lo tenemos que entender los europeos y como siempre digo lo que más desearía es
que lo entendieran ellos y Putin y de una vez entendiese que debería tomarse en
serio negociar con la UE no para terminar con las sanciones sino para terminar
con el aislamiento tan exacerbado que Rusia se impone a si misma todo para
hacer ver que no necesita nadie que es la potencia más grande del mundo …. Eso si
los rusos de a pie igual tienen que ir por la calle con una bolsa para ver que
pueden comprar.
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