Ya no estamos en una eurozona protectora y rica sino en
una eurozona arruinada económica y moralmente, pero me parece que ni Rajoy
durante toda esta legislatura y los aspirantes a sucederle se dan cuenta de
ello. La zona euro cambió radicalmente en mayo del 2010, cuando vio que el euro
peligraba de verdad, se equivocó al rescatar a una Grecia al borde de la
quiebra y se siguió equivocando presionando al presidente español, José Luis
Rodríguez Zapatero, hasta que abandonó el estado de negación en que se
encontraba y asumió que no tenía más salida que ajustar el presupuesto. Debemos
reconocer hoy, que estas dos acciones no han tenido resultados beneficiosos
para la Eurozona en general, sino todo lo contrario, la situación de Grecia es
falsa y la de España también, la realidad es que ambos países son unas bombas
de tiempo para la eurozona.
Mariano Rajoy llegó pues a una Europa enferma pero aún no
lo sabía. Y no sabía que en parte uno de los virus que le causaba la enfermedad
era España, él creía que era el PSOE y que una vez eliminado las cosas como
siempre había sucedido, cambiarían solas. Su estreno tardará en olvidarse en
Bruselas. El uno y el dos de marzo del 2012 participó en su primera cumbre
europea y, al terminar, sorprendió a todos anunciando que ese año reduciría el
déficit un 5,8%, casi 1,5 puntos menos de lo que Zapatero había pactado con el
Eurogrupo meses atrás.
Es una decisión soberana de España, proclamó. Rajoy que llegaba
al gobierno de España y a la mesa de reuniones de la Comunidad Europea pensando
que era el presidente del Imperio español del siglo XVI. No tardó en retirar su
desafío, diez días después, el Eurogrupo le impuso un recorte del 5,3%, 5.000
millones más de ajuste más de lo que el gobierno quería recortar. Y le recordó que
la soberanía nacional era un concepto muy mermado una vez que se entra en una
unión monetaria. Los problemas de uno son los de todos, y las soluciones ya no
pueden buscarse solos, guste o no.
Desde el punto de vista europeo la llegada de un
gobernante conservador tranquilizó a Europa, un Directorio gobernado por la
canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés Nicolas Sarkozy. Pero
los problemas seguían ahí. Las dudas sobre la supervivencia de la singular
divisa europea persistían, y los esqueletos que se intuían en el armario de las
cajas españolas seguían quitando el sueño no ya a Europa sino a las finanzas
globales. Las “invitaciones” al Gobierno español a pedir ayuda a la
zona euro para sanear la banca a fondo se hicieron más y más intensas.
Presionado por la canciller alemana, Angela Merkel, el
presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el Fondo Monetario Internacional
(FMI), Rajoy claudicó y el 9 de junio del 2012 aceptó la oferta del Eurogrupo.
Tan grandes eran las dudas sobre la solvencia de la banca española que se
ofreció un crédito de 100.000 millones. Las necesidades resultaron ser menores
y al final España sólo tomó prestados 41.300 millones. La vigilancia europea,
menos estricta que para los países rescatados, duró 18 meses. Este fue como decía
antes el segundo error de la eurozona, porque no se dio cuenta que España no
solo eran los bancos sino un país cuya economía pública y privada y sus
estructuras productivas y sociales no tenían ninguna posibilidad de
reactivarse.
Claro que esto nunca sabremos si fue que la eurozona no
lo vio, o que España como siempre lo escondió tanto como pudo, el Gobierno
empezó a devolver el préstamo. Antes de tiempo y aunque no supusiera un
auténtico ahorro, no importaba el objetivo del gobierno no era ahorra costes,
era evitar intervenciones que descubrieran las verdaderas condiciones en que se
gobernaba España, el objetivo no era financiero sino político: quitarse de
encima cuanto antes la tutela europea y sacar a España de la lista de
problemas, lo malo es que no se sacaban los problemas de España.
Esto ha permitido seguir con la idea de la soberanía individual
propia de un imperio que se niegan en España a dar por finalizado y otra vez el
PP ha tomado una “decisión soberana”. En el último año y medio, el contexto
político europeo ha cambiado tanto que el Gobierno se ha ido a las actuales
elecciones desafiando a Bruselas y a la propia sociedad española con un
presupuesto sin ajustes y sin la certeza de que vaya a poder desarrollar, pero
no es esto el objetivo del presupuesto fantasma, es simplemente intentar ganar
las elecciones y mantener alejadas las posibles intervenciones de las auditorias
tanto europeas como de un nuevo gobierno no del PP en España.
El PP empezó a preocuparse de la prima de riesgo cuando
llegó la prueba de las urnas de las elecciones al Parlamento Europeo de mayo
del 2014. El paisaje político español mutó por completo. El PP y el PSOE
pasaron de sumar 47 escaños a 30, mientras los 24 restantes asignados a España
se los repartían Izquierda Plural (6), Podemos (5), UPyD (4) y Ciudadanos (2),
junto con las fuerzas nacionalistas. Europa se convirtió de facto en el primer escenario
del cambio político en España, el terreno de pruebas para algunos, un paisaje
más plural que nunca. Esto para la vieja política española podía representar no
tan solo su fin político, sino su posible imputación en numerosos casos de malversación
de incompetencia manifiesta y de abuso de poder.
Con los mercados financieros en calma y las cuentas
públicas nacionales trucadas presentando una posición en vías de saneamiento,
el Directorio europeo concluyó que convenía levantar la mano, relajar la
presión. España pasó en poco tiempo de ser un problema al alumno modelo que la
zona euro presenta como prueba de que las reformas y los ajustes funcionaban. ahora
con la crisis de refugiados, el terrorismo que pone a prueba a la UE (y
Alemania pidiendo solidaridad). Han vuelto a cambiar los marcos de juego, la economía
se vuelve a tambalear, las políticas nacionales se nacionalizan como reacción de
defensa ante una invasión migratoria, que va a desequilibrar la inexistente reactivación
de las economías europeas y la primera repercusión es que las fronteras que
Europa dejó en desuso han resucitado.
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