Demasiado vieja, demasiado gastada, demasiado trucada,
demasiado inocente, demasiado engañada, demasiado usada, demasiado ineficaz.
Demasiados calificativos poco enaltecedores se pueden aplicar a la situación
actual del mejor de los regímenes políticos de todos los tiempos, y digo bien,
porque la democracia es casi tan vieja como la historia del hombre con historia
documentada.
Pero no es denostarla adjetivándola con sus actuales
defectos, es que es inevitable que los tenga por muchos motivos, uno por vieja,
y otro el más importante porque por su modo de ser concebida, para dar la
libertad absoluta, de hacer libre a la humanidad, esta ha abusado de esta misma
condición, y la ha ensuciado con acciones que no son precisamente democráticas,
me refiero por ejemplo a la tiranía que la economía ejerce sobre la política, el
que esta ejerce sobre la sociedad, la que la religión infringe a los que creen
fanáticamente en ella, sea cual sea su credo, en la ambición de los políticos
que anteponen su propia razón a la de los demás, al excesivo poder del dinero,
el uso perverso de la democracia para ganar dinero y poder como es el caso de
la industria de la información, etc.
Entonces qué hacer, pues lo que acabo de escribir
parece un contrasentido, pues si es un contrasentido absoluto, lo que indica
que hay que redefinir las formas de administrar la democracia moderna, hay que
redefinir en si la propia democracia, hay que poner unas bases unos límites y
unas leyes de comportamientos nuevos, sobre todo políticos, reconducir la
libertad desbocada a la que nos ha traído la democracia nacida en una época,
que nada tiene que ver con una sociedad de 2.000 millones de seres
democráticos.
No se puede combatir con la lenta y complicada democracia
actual, la especulación financiera, la información sesgada y mal intencionada
que corre a velocidad de la luz por la red de comunicaciones mundial, las malas
praxis de la gestión política amparada en la libertad del ejercicio político,
los problemas de la globalización en la que se mueven todas las diversas formas
de políticas, desde la demócrata a la más absoluta tiranía.
Las reacciones demócratas son demasiado lentas e
imprecisas, pues necesitan de unos consensos, que curiosamente en muchos casos
se contraponen unos a otros, sin embargo los ataques de todo tipo contra los
demócratas son virulentos y rápidos como rayos, así nos encontramos desbordados
una y otra vez. Mientras nos ponemos de acuerdo y nos convencemos de que hay
que atajar la deuda de los países, los mercados la han multiplicado por dos o
por tres, nos han rebajado nuestra solvencia, han arruinado nuestro estado del
bienestar, hoy compatriotas democráticos, el mundo al que hace 50 años
dominábamos, nos pueden comprar enteros así de claro y duro, y si no lo hacen
es porque saben que esperando no les hará falta ni comprarnos, simplemente nos
embargaran a coste cero mientras discutimos como evitarlo.
Hay que empezar ya sin más dilación a reconstruir
nuestro sistema político y económico, tenemos que enfrentarnos a monstruosos
bloques económicos y políticos con sociedades de cientos de millones que los
mueven a golpe de una sola decisión, y las más de las veces ni siquiera se
enteran. Ante esta realidad que oponemos nosotros, dudas, culpas,
indefiniciones, consultas, pareceres, opiniones, votaciones, organismos
funcionariales, no es difícil de comprender que el resultado sea nuestra ruina
generacional, y económica. Y yo les auguro una profecía después de la ruina
económica y de la sociedad, viene la anarquía o la dictadura de la propia
sociedad así que nosotros mismos
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