La mayoría de cabeceras de la prensa
internacional ilustró ayer en portada la información sobre la huelga general en
España, con las escenas de violencia urbana de Barcelona, especialmente los
destrozos ante la sede del mercado de valores de Barcelona. Los disturbios
alcanzaron tal magnitud, que el gobierno de la Generalitat de Catalunya ha
declarado que deberá tomar medidas excepcionales para sofocar las guerrillas
callejeras que arremeten contra todo en la capital barcelonesa, neutralizar el
fenómeno de la guerrilla urbana mediante un plan con medidas políticas, legales
y judiciales.
El presidente de la Generalitat, Artur
Mas, declaró y prometió impulsar cambios
en el Código Penal y el endurecimiento de las multas contra los autores de los
actos vandálicos del jueves. La vicepresidenta del Gobierno español, Soraya
Sáenz de Santamaría, preocupada principalmente por la imagen del país en el
exterior, se apresuró a relativizar el conflicto. "Esas imágenes de
violencia no son de la sociedad española", es decir se mire por donde se
mire, poco más o menos la vicepresidenta española declaraba que los
alborotadores e incívicos guerrilleros urbanos que actuaron en Barcelona, no
eran españoles, es fácil deducir por sus palabras que eran catalanes en estado
salvaje.
Grupos anti sistema infiltrados en la
multitudinaria manifestación contra la reforma laboral, aterrorizaron el centro
de la ciudad. Atacaron comercios y oficinas, arrasaron el mobiliario urbano,
quemaron 300 contenedores. No fue una ofensiva improvisada, ni se trataba de
grupúsculos incontrolados. La Conselleria d'Interior ha registrado la
existencia de un movimiento organizado en Barcelona y alrededores, que ha
crecido últimamente hasta alcanzar unos dos mil miembros, que actúan en grupos
de veinte, y que suelen utilizar instrumentos contundentes para provocar los destrozos
y atacar a la policía.
Planteado el hecho desgraciado, uno no
cree que esto surja así de manera espontanea y que por cuestiones del azar, se haya escogido Barcelona
para instalar las salvajes hordas de facinerosos revienta todo que actúan con
un estilo muy definido en las formas de actuar las de hordas nacionalistas de
extrema derecha, solo queda explicar porque se escoge Barcelona y no otra ciudad,
principalmente en este caso Madrid, que hubiese sido lo lógico, ya que se trataba
de una huelga básicamente contra la acción del gobierno de la nación, que como
todo el mundo conoce su sede está en la capital, pero no lo que interesaba e
interesa, es perjudicar la imagen de Catalunya frente al mundo y hacer ver que en
el resto de España todo es paz y cordura, en contraposición con los salvajes
nacionalistas e independentistas catalanes.
Ya es la segunda vez en pocos días que
los movimientos sindicalistas se lanzan a desestabilizar el buen hacer y el
buen nombre de Barcelona, y en consecuencia el de Catalunya, recordemos la
triste imagen de los incidentes durante el congreso mundial del móvil, en que también
se armo una gorda a los ojos de toda la ingente cantidad de personas venidas de
fuera de nuestras fronteras para tal evento. Estas actuaciones no son casuales
ni decididas por un grupo de descerebrados, esta nueva forma de desprestigiar a
una sociedad a sus actos y a su fuerza, está perfectamente planificada y
calculada.
Recordemos también la triste acción del
desalojo de la plantada en la plaza de Catalunya, del grupo de Indignados
movimiento que nació en la Plaza del Sol de Madrid, pero que se trajeron las
bofetadas y los disturbios a Barcelona, y así una y otra vez, es una forma de
decir al mundo cuidado con los catalanes son unos incontrolados, acto seguido
se añadirá, que el gobierno central tendrá que intervenir en dominar esta situación
tan peligrosa y desestabilizadora para toda España, habrá que centralizar la
seguridad nacional en el estado central, al igual como se propone controlar y
centralizar la economía, la educación, la sanidad, el comercio, porque las CCAA son un problema etc. etc.
El PP fue el primero en exigir
públicamente ayer, la comparecencia en el Parlament del conseller de Interior
para que dé explicaciones de lo ocurrido. A su juicio, los mecanismos de
prevención fallaron estrepitosamente. Alberto Fernández Díaz marcó distancias
con la condena general, y defendió aplicar las mismas normas de la kale borroka,
es decir la legislación antiterrorista. También los grupos de izquierda
exigieron la comparecencia del conseller, al que criticaron el despliegue
policial y la represión de manifestantes no violentos y la falta de previsión. Ya
lo ven unos nos quieren convertir en terroristas y aplicar la guerra de
guerrillas en nuestra ciudad, y los otros de enfrente todo lo contrario de lo
que quiere la derecha, al parecer para ellos estos movimientos organizados son
unos pobrecitos desamparados que sufren el acoso de la policía autónoma catalana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario