jueves, 17 de septiembre de 2015

HAY QUE TERMINAR CON LOS CONFLICTOS ARMADOS DEL NORTE DE AFRICA



Volemos al problema de la emigración de casi una sociedad completa, algo que como ya dije una vez, es una cosa natural en los animales africanos. Pero nunca había visto a una sociedad humana expulsada o expulsarse a sí misma de su habitad, sigo opinando que no es una situación que se pueda considerar lógica ni lo es por la concentración temporal ni por la cantidad de afectados, ni por las condiciones que se nos explican y por otro lado se observan a simple vista.

Pero dando por hecho que la situación es la que es quisiera analizar qué futuro les espera y nos espera a los que estamos cerrando los ojos ante la solución real y definitiva al problema y esta solución no se toma por la inseguridad política y militar de la UE no les quepa la menor duda la solución a los refugiados actuales no es enredarlos en la burocracia legal que deberán de soportar por Europa y por la deslocalización e inadaptación que miles de ellos sufrirán.

Hablando de las migraciones naturales de los animales tienen una razón natural y una resolución también natural me explico; inician las migraciones las condiciones climáticas en un lugar deja de llover se seca la hierba etc. Los animales se ponen en marcha hacia otra tierra en busca de lo que les hace falta, pero cuando lleguen a la nueva tierra nadie les dice nada allí no hay nadie y la solución llega sola, pero es la que debe de ser, cuando el tiempo cambia allá donde han emigrado vuelven a su origen porque la naturaleza les devuelve las condiciones de vida en su tierra.

Esto es lo que hay que hacer con los refugiados no es posible pretender que más de 160000 personas tengan que adaptarse sine día a otra civilización a otra conducta a otra forma de vivir a otros valores sociales a otras lenguas, tercera muy humanitaria la acción de recogerlos y tranquilizara muchas conciencias pero no es la solución la solución es devolverles su tierra de origen y esto es lo que hoy es lo que los europeos no nos atrevemos a hacer porque nos da más miedo esto, que acoger a una humanidad nueva. De aquí unos meses veremos que esto último es peor y causa más problemas y miedo que haber devuelto la paz en la tierra que les ha expulsado.

Cuando lo peor ha quedado atrás (la guerra y, la dolorosa decisión de abandonar el hogar, las penalidades del viaje clandestino), la llegada al país soñado se transmuta en una brega con la burocracia, la frustración y la impaciencia. El camino del refugiado en busca de asilo es una odisea de trámites con formularios en lengua ajena y largas colas, los procedimientos jurídicos se alargan, y en su lugar de llegada que en los últimos días ha recibido a miles de nuevos aspirantes, las autoridades están colapsadas y siguen las penas pero todavía durara durante un tiempo la idea de haber escapado de lo peor y aguantan.

La situación actual ya a mi modo de ver es imposible de sumir por mucho que lo intentemos. El Gobierno de Angela Merkel calcula que cerrará este año con un millón de solicitantes de asilo, (hasta ahora el pronóstico oficial era de 800.000). La gente se pone nerviosa: los refugiados tienen prisa mientras se los come el tedio de la espera, y los funcionarios están desbordados ante el alud. De desórdenes que se van sucediendo y aumentando cada día y la gente natural del lugar la que se le alegro el alma cuando los rubio empieza a preocuparse porque no ve un final satisfactorio que sería el que una vez recibidos alimentados y vestidos pudiesen volver a sus casa ya en paz.

En el albergue para refugiados y solicitantes de asilo, el ambiente es de cansada rutina. Los pasillos están apenas transitados por alguna mujer camino de las lavadoras comunitarias. La mayoría de los 500 residentes -entre ellos 90 niños- llevan alli una media de seis meses, aunque en teoría el máximo es de tres; no hay entre ellos personas llegadas en la formidable oleada de los últimos días. La mayoría son sirios seguidos de iraquíes y albaneses, con escasísimas opciones de obtener asilo. Casi nadie habla le lengua del lugar donde están “encarcelados” así que van a las clases gratuitas que dan allí mismo una asociación de estudiantes voluntarios.

Residir al principio en uno de estos albergues es un requisito legal para quienes aspiran a que se les conceda asilo político en un país, un proceso que puede llevar meses e incluso años. El siguiente paso fundamental es acudir a las Oficinas Estatales de Salud y Asuntos Sociales, para ser autorizados a trasladarse a otro alojamiento, recibir determinadas ayudas y obtener la ansiada tarjeta gratuita de transporte.

Y empiezan los desencantos "Necesitamos mudarnos a vivir en un piso, comer a la mesa juntos como una familia; aquí no estamos bien, los trabajadores sociales son muy amables, ayudan, escuchan, pero hay muchos hombres solos que vuelven tarde, hacen ruido...", Al tener que quedarse en el albergue más tiempo del que pensaban, las personas se desaniman, se deprimen; también surgen roces entre residentes, no es lo mismo una familia que los hombres solos", aclara una trabajadora social.

Pero incluso cuando el refugiado recibe el visto bueno de los servicios sociales, quedan muchos otros trámites, y la búsqueda de un lugar más estable donde vivir se complica: les dan una especie de vales con que pagar el alquiler, pero faltan pisos baratos, y hay propietarios que no quieren refugiados como inquilinos. Si se reside en un piso, el cabeza de familia recibe 362 euros al mes y prestaciones en especie.

Se consuelan pensando que consiguieron marcharse de la tiranía de  Bashar el Asad. "Nosotros somos suníes, la policía es alauí como Asad, y nos perseguían", asegura un joven. Y se calman concentrándose en la ventaja psicológica de saber que, por ser sirios, sus expedientes de asilo tienen elevadísima probabilidad de resuelva positivamente, pero pasaran más meses más problemas y más tarde o más temprano los problemas saldrán a la calle los llevaran allá los refugiados hartos y los acogedores igualmente hartos de ver que no pueden hacer nada más, porque la única solución es terminar con los conflictos armados en sus lugares de origen para que puedan volver.

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